Y YO
De Toto
Me
encontré en una habitación de un blanco resplandeciente, no muy grande, debía
ser como de unos 5 metros por 4, de mi lado derecho había una gran ventana que
dejaba entrar de entre sus cortinas, igual de un blanco semitransparente, la
luz intensa del sol que resplandecía ese amanecer. Frente a mí, una montaña de
cuerpos desnudos, de todos los sexos [aunque creas que solo hay dos], que
simulaban un amplio desierto extendiéndose ante mi mirada que contemplaba la
imagen.
Y
ahí estaba.
No
era un teatro tan grande
El
escenario debía medir unos 4x4
La
sala debía tener unas 77 butacas
Yo,
sentado en la tercera fila, en medio de la línea de asientos
Contemplaba
el escenario
Que
contenía en él una hermosa escenografíaque parecía abandonada:
Montañitas
de cartón
Palmeritas
de cartón
Una
que otra cachanilla también de cartón
Todo
muy bien hecho y en proporciones pequeñas
Parecía
que la obra se situaba en un desierto
Un
pequeño desierto de hadas
La
montaña de cuerpos desnudos de todos los sexos se movía conforme la respiración
de cada cuerpo. En realidad era una imagen bastante hermosa, pues aparentemente
era una fotografía fija, pero poniendo mas atención, el movimiento de la
respiración de cada cuerpo hacía que la foto tuviera un sutil, suave, profundo
y hermoso movimiento que me invitaba a la contemplación extrema. En el extremo
izquierdo de la montaña de cuerpos desnudos de todos los sexos se encontraba el
cuerpo de una mujer. Me daba la espalda. En su hombro derecho: un cubo de
hielo. Sólido. El clima era templado y le impedía al cubo de hielo derretirse.
Era un cubo de dimensiones normales.
No
era un teatro tan grande
Contemplaba
el escenario
Parecía
abandonado
Parecía
que la obra se situaba en un desierto
Un
pequeño desierto de hadas
La
montaña de cuerpos desnudos de todos los sexos que se movía conforme a la
respiración de cada cuerpo y daba la sensación de ser una fotografía móvil que
me invitó a la contemplación extrema formaba una escalera. La escalera se
dimensionaba hacia la pared de un blanco resplandeciente. La observé inmóvil y
analicé cómo podría escalar por ella. La montaña de cuerpos desnudos de todos
los sexos no era muy grande en realidad, pero la escalinata que formaba hacia
el muro [que bien puede ser un símil del infinito], me invitaba a perderme aún
más en la contemplación de la escena.
En
el extremo derecho del escenario
Detrás
de una montañita amarilla hecha con papel cartón
Se
encontraba una escalera de madera
Vieja
pero bastante resistente
Ésta
escalera se situaba justo debajo de un lico amarillo que hacía de sol desértico
Pensé
en que la escalera estaría situada ahí para poder subir y ajustar la simulación
de sol en caso de que fuera necesario
El vello
púbico de los cuerpos que construían una suerte de escalera y que simulaban
montañas, era bastante evidente y parecía como si fuesen cactus esparcidos en
un desierto. Cactus de distintos tamaños, colores, texturas, olores, forma y
dimensión. Era bello poder imaginar qué tipo de cactus sería cada tumulto de
vello púbico, sumando también la forma de los genitales que se dejaban ver.
El
escenario no era limpio
En
su suelo se hallaba alguna que otra basura
Cinta
diurex echa bolita
Un
trozo de papel
Hojas
de cartón arrugadas
Esparcidas
espontáneamente
Componiendo
el suelo del escenario de manera irregular
Esa
irregularidad que se componía le daba cierta belleza
Un
aire de curiosidad me llenó por completo
La
basura era parte de ese desierto
Como
las plantas que habitan el desierto
Él
era mi respaldo. Me encontraba recargado en él contemplando la montaña de
cuerpos desnudos de todos los sexos que simulaban una escalera hacia el
infinito y cuyo vellos púbicos me remitían a los cactus que viven en los
desiertos con todas sus formas y texturas. Mi hermoso caballo blanco se
camuflaba con el cuarto de un blanco resplandeciente que brillaba con la luz de
el amanecer que entraba por la enorme ventana con cortinas semitransparentes.
Mi hermoso caballo blanco me sostenía, contemplaba con el mismo interés mío, la
escena de la montaña de cuerpos desnudos de todos los sexos. Tranquilo,
pacífico, hermoso era mi hermoso caballo blanco en el que me encontraba
recargado contemplando la escena. Mi pripio desierto de cuerpos desnudos.
Algo
sucedía en el escenario
Una
sombra negra
Tan
negra como la noche en su hora cúspide
La
sombra de un corcel
Negro
azabache era lo que en el suelo y las paredes del escenario se movía
Inquieta
e impaciente
Me
inquietaba y al mismo tiempo me llamaba, me llevaba
Era
imposible no darle importancia
Al
mismo tiempo que me interesaba por contemplar la sombra
Comenzó
a recorrerme un escalofrío de miedo
Era
la oscuridad
Lo
mas horrible
Lo
mas temible
La
peor pesadilla
El
medio día llegó y con él la temperatura del día subió. El cubo hielo que se
encontraba en el hombro derecho de una mujer que se encontraba en el extremo
izquierdo de la montaña de cuerpos desnudos que simulaban una escalera hacia el
infinito y cuyo vello púbico recordaba los cactus de viven en el desierto,
comenzó a derretirse y al mismo tiempo, los cuerpos comenzaron a sudar. El agua
que antes había sido un cubo sólido de hielo caía por el cuerpo de la mujer y
se resbalaba hacia el suelo por entre los otros cuerpos que formaban la
montaña, al final, el agua se convertía en un charquito que se movía conforme
caían las otras gotas. La temperatura en el cuarto aumentó y yo comencé a sudar
con los cuerpos. Fue una especie de comunión. Hacerme parte de la imagen que
contemplaba por medio de mi propia transpiración. Mi hermoso caballo blanco
permanecía sereno, tranquilo, dándome soporte y contemplando de la misma forma
que yo la imagen. Sudor
En
el escenario
Abajo
izquierda
Donde
se encontraba la sombra oscura
Aquella
que me llamaba
Que
me alentaba
Y al
mismo tiempo me daba miedo
Se
encontraba un tabique
Un
tabique común y corriente
Uno
de esos tabiques con los que construyen edificios enormes
O
casas particulares
Era
solo uno
La
sombra bailaba encima de el
Así
transcurrió el día, la tarde y antes de que llegara la noche, en esa hora que
es justo después de la hora dorada, cuando se hace difícil ver pues aún no
anochece del todo y aún hay luz de día, sucedió algo inesperado. Para esa hora
yo ya era parte de la misma imagen que había estado contemplando con tanto
interés durante tantas horas. Desde el centro del techo de la habitación se
comenzó a extender, como su fuera una proyección de un cielo estrellado, por
las cuatro paredes de la habitación una luz. Afuera el clima era fresco, no
hacía aire, por lo tanto las cortinas semitransparentes se encontraban
inmóviles y la luz que provenía de fuera era muy tenue, casi imperceptible. La
habitación se llenó cada vez mas de ésta proyección de un cielo estrellado, era
el espacio sideral. Con sus constelaciones. Y así fue extendiéndose hasta que
toda la habitación estuvo impregnada con la luz.
Lo
que antes había sido de un blanco resplandeciente, la montaña de cuerpos
desnudos que simulaban una escalera y cuyo vello púbico recordaba aquellos
cactus que habitan el desierto se perdía entre la proyección. Mi hermoso
caballo blanco era también parte del espacio sideral. Y yo.
La
obra había terminado
El
espacio abandonado
El
desierto de hadas
Lo
contemplé por última vez antes de que cayera el telón
Y el
telón cayó
Poco
a poco
Una
hermosa cortina de delgadas tiritas plateadas de un papel metálico
Se
apoderó de la fotografía que enmarcaban los límites del escenario
Lo
contemplé y sonreí
Pensé
en lo hermoso que era contemplar una sola imagen
Y
todo lo que ocurre en un escenario que aparentemente se encuentra inmóvil
Sin
vida
FIN
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