septiembre 09, 2012

Y YO


Y YO
De Toto

Me encontré en una habitación de un blanco resplandeciente, no muy grande, debía ser como de unos 5 metros por 4, de mi lado derecho había una gran ventana que dejaba entrar de entre sus cortinas, igual de un blanco semitransparente, la luz intensa del sol que resplandecía ese amanecer. Frente a mí, una montaña de cuerpos desnudos, de todos los sexos [aunque creas que solo hay dos], que simulaban un amplio desierto extendiéndose ante mi mirada que contemplaba la imagen.

Y ahí estaba.
No era un teatro tan grande
El escenario debía medir unos 4x4
La sala debía tener unas 77 butacas
Yo, sentado en la tercera fila, en medio de la línea de asientos
Contemplaba el escenario
Que contenía en él una hermosa escenografíaque parecía abandonada:
Montañitas de cartón
Palmeritas de cartón
Una que otra cachanilla también de cartón
Todo muy bien hecho y en proporciones pequeñas
Parecía que la obra se situaba en un desierto
Un pequeño desierto de hadas

La montaña de cuerpos desnudos de todos los sexos se movía conforme la respiración de cada cuerpo. En realidad era una imagen bastante hermosa, pues aparentemente era una fotografía fija, pero poniendo mas atención, el movimiento de la respiración de cada cuerpo hacía que la foto tuviera un sutil, suave, profundo y hermoso movimiento que me invitaba a la contemplación extrema. En el extremo izquierdo de la montaña de cuerpos desnudos de todos los sexos se encontraba el cuerpo de una mujer. Me daba la espalda. En su hombro derecho: un cubo de hielo. Sólido. El clima era templado y le impedía al cubo de hielo derretirse. Era un cubo de dimensiones normales.

No era un teatro tan grande
Contemplaba el escenario
Parecía abandonado
Parecía que la obra se situaba en un desierto
Un pequeño desierto de hadas

La montaña de cuerpos desnudos de todos los sexos que se movía conforme a la respiración de cada cuerpo y daba la sensación de ser una fotografía móvil que me invitó a la contemplación extrema formaba una escalera. La escalera se dimensionaba hacia la pared de un blanco resplandeciente. La observé inmóvil y analicé cómo podría escalar por ella. La montaña de cuerpos desnudos de todos los sexos no era muy grande en realidad, pero la escalinata que formaba hacia el muro [que bien puede ser un símil del infinito], me invitaba a perderme aún más en la contemplación de la escena.

En el extremo derecho del escenario
Detrás de una montañita amarilla hecha con papel cartón
Se encontraba una escalera de madera
Vieja pero bastante resistente
Ésta escalera se situaba justo debajo de un lico amarillo que hacía de sol desértico
Pensé en que la escalera estaría situada ahí para poder subir y ajustar la simulación de sol en caso de que fuera necesario

El vello púbico de los cuerpos que construían una suerte de escalera y que simulaban montañas, era bastante evidente y parecía como si fuesen cactus esparcidos en un desierto. Cactus de distintos tamaños, colores, texturas, olores, forma y dimensión. Era bello poder imaginar qué tipo de cactus sería cada tumulto de vello púbico, sumando también la forma de los genitales que se dejaban ver.

El escenario no era limpio
En su suelo se hallaba alguna que otra basura
Cinta diurex echa bolita
Un trozo de papel
Hojas de cartón arrugadas
Esparcidas espontáneamente
Componiendo el suelo del escenario de manera irregular
Esa irregularidad que se componía le daba cierta belleza
Un aire de curiosidad me llenó por completo
La basura era parte de ese desierto
Como las plantas que habitan el desierto

Él era mi respaldo. Me encontraba recargado en él contemplando la montaña de cuerpos desnudos de todos los sexos que simulaban una escalera hacia el infinito y cuyo vellos púbicos me remitían a los cactus que viven en los desiertos con todas sus formas y texturas. Mi hermoso caballo blanco se camuflaba con el cuarto de un blanco resplandeciente que brillaba con la luz de el amanecer que entraba por la enorme ventana con cortinas semitransparentes. Mi hermoso caballo blanco me sostenía, contemplaba con el mismo interés mío, la escena de la montaña de cuerpos desnudos de todos los sexos. Tranquilo, pacífico, hermoso era mi hermoso caballo blanco en el que me encontraba recargado contemplando la escena. Mi pripio desierto de cuerpos desnudos.

Algo sucedía en el escenario
Una sombra negra
Tan negra como la noche en su hora cúspide
La sombra de un corcel
Negro azabache era lo que en el suelo y las paredes del escenario se movía
Inquieta e impaciente
Me inquietaba y al mismo tiempo me llamaba, me llevaba
Era imposible no darle importancia
Al mismo tiempo que me interesaba por contemplar la sombra
Comenzó a recorrerme un escalofrío de miedo
Era la oscuridad
Lo mas horrible
Lo mas temible
La peor pesadilla

El medio día llegó y con él la temperatura del día subió. El cubo hielo que se encontraba en el hombro derecho de una mujer que se encontraba en el extremo izquierdo de la montaña de cuerpos desnudos que simulaban una escalera hacia el infinito y cuyo vello púbico recordaba los cactus de viven en el desierto, comenzó a derretirse y al mismo tiempo, los cuerpos comenzaron a sudar. El agua que antes había sido un cubo sólido de hielo caía por el cuerpo de la mujer y se resbalaba hacia el suelo por entre los otros cuerpos que formaban la montaña, al final, el agua se convertía en un charquito que se movía conforme caían las otras gotas. La temperatura en el cuarto aumentó y yo comencé a sudar con los cuerpos. Fue una especie de comunión. Hacerme parte de la imagen que contemplaba por medio de mi propia transpiración. Mi hermoso caballo blanco permanecía sereno, tranquilo, dándome soporte y contemplando de la misma forma que yo la imagen. Sudor

En el escenario
Abajo izquierda
Donde se encontraba la sombra oscura
Aquella que me llamaba
Que me alentaba
Y al mismo tiempo me daba miedo
Se encontraba un tabique
Un tabique común y corriente
Uno de esos tabiques con los que construyen edificios enormes
O casas particulares
Era solo uno
La sombra bailaba encima de el

Así transcurrió el día, la tarde y antes de que llegara la noche, en esa hora que es justo después de la hora dorada, cuando se hace difícil ver pues aún no anochece del todo y aún hay luz de día, sucedió algo inesperado. Para esa hora yo ya era parte de la misma imagen que había estado contemplando con tanto interés durante tantas horas. Desde el centro del techo de la habitación se comenzó a extender, como su fuera una proyección de un cielo estrellado, por las cuatro paredes de la habitación una luz. Afuera el clima era fresco, no hacía aire, por lo tanto las cortinas semitransparentes se encontraban inmóviles y la luz que provenía de fuera era muy tenue, casi imperceptible. La habitación se llenó cada vez mas de ésta proyección de un cielo estrellado, era el espacio sideral. Con sus constelaciones. Y así fue extendiéndose hasta que toda la habitación estuvo impregnada con la luz.
Lo que antes había sido de un blanco resplandeciente, la montaña de cuerpos desnudos que simulaban una escalera y cuyo vello púbico recordaba aquellos cactus que habitan el desierto se perdía entre la proyección. Mi hermoso caballo blanco era también parte del espacio sideral. Y yo.

La obra había terminado
El espacio abandonado
El desierto de hadas
Lo contemplé por última vez antes de que cayera el telón
Y el telón cayó
Poco a poco
Una hermosa cortina de delgadas tiritas plateadas de un papel metálico
Se apoderó de la fotografía que enmarcaban los límites del escenario
Lo contemplé y sonreí
Pensé en lo hermoso que era contemplar una sola imagen
Y todo lo que ocurre en un escenario que aparentemente se encuentra inmóvil
Sin vida

FIN

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